El alcoholismo se define según la clasificación internacional de enfermedades como el “conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el que el consumo de la sustancia adquiere la máxima prioridad para el individuo”, trayendo con sí una serie de consecuencias en los diferentes niveles de participación del sujeto. Cuando la persona, en compañía de su grupo familiar busca alternativas de tratamiento a la problemática, tiende a encontrarse con prescripción de tranquilizantes que ayuden a sobrellevar los síntomas,
“este hecho se asocia a la poca detección que se hace del alcoholismo, de modo que es alta la probabilidad de prescribir benzodiacepinas a un paciente alcohólico por sus síntomas, sin conocer su relación con el consumo de alcohol, con lo que se añade el abuso de benzodiacepinas a la dependencia alcohólica”. (Monras, Mondón & Jou, 2007, p. 693)
De tal forma que el uso de medicamento debe ser supervisado de manera continua por el especialista evitando la adicción del mismo, aunque resulte paradójico.
Tras diversos estudios científicos se generan nuevas hipótesis que recogen la relación de abuso/dependencia de alcohol con el consumo de benzodiacepinas de manera abusiva, actualmente se agrega otra variable a la operación del consumo: los trastornos de personalidad. “Desde el punto de vista neuropsicológico, las mujeres son más vulnerables que los varones a presentar los daños cerebrales que se asocian al consumo de alcohol”, dichos daños y/o alteraciones pueden estar relacionadas con la aparición o intensificación de síntomas confusos en la estructura de personalidad;
“Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o perjuicios para el sujeto”.
La aparición o acentuación de estos rasgos puede generar grandes dificultades en relacionamiento social y autoconcepto por lo que debe intervenirse de manera multidisciplinar, el riesgo de recaída o aumento de consumo en pacientes con diagnóstico dual es mucho mayor a la de los pacientes con un solo diagnóstico, las alteraciones mentales llevan al paciente a distorsionar la percepción de su mundo ensimismándolos y causando pérdida de consciencia sobre la problemática de alcoholismo. El hecho de que la sustancia problema sea el alcohol también genera otros devenires para quien padece la enfermedad de adicción, culturalmente se acepta el licor en eventos sociales por lo que a la persona le cuesta aún más el proceso de concientización y abandono a la sustancia. Es difícil determinar qué inició primero, el abuso de sustancias (alcohol, benzodiacepinas), o el trastorno de personalidad, “se necesitaría información clínica retrospectiva sobre el orden de aparición del TP y del abuso de benzodiacepinas, así como de las causas que motivaron éste”, sin embargo, todos los estudios establecen claramente la intensificación de síntomas psiquiátricos cuando hay sustancias psicoactivas de por medio.
Dentro de las consecuencias neuropsicológicas asociadas al consumo de alcohol se encuentran primeramente alteraciones a nivel de memoria, se habla del síndrome amnésico que “se caracteriza por un conjunto de alteraciones emocionales y cognitivas entre las que destaca una marcada pérdida de memoria junto con la incapacidad para realizar nuevos aprendizajes”. Las capacidades creativas, de planificación, ejecución de actividad, inhibición de conductas, conductas sociales, flexibilidad mental y demás, se asocian a las funciones ejecutivas las cuales se conocen afectadas tras el consumo crónico y abusivo de sustancias psicoactivas, por tanto, las alteraciones a nivel neuropsicológico varían llegando a ser de tipo: emocional, conductual y cognitivo. Las correcciones cerebrales que se realicen antes de la maduración cerebral llegan a ser más beneficiosas para el paciente por tanto es importantísimo identificar la problemática por abuso de alcohol, benzodiacepinas o cualquier otra sustancia de tipo psicoactivo que esté generando daño y ofrecer alternativas de tratamiento.
Angie Cifuentes
Neuropsicóloga